martes, 24 de mayo de 2011

Sábato


" Y aunque nosotros (nuestra consciencia , nuestros sentimientos , nuestra dura experiencia) hayamos ido cambiando con los años ;y también nuestra piel y nuestras arrugas van convirtiéndose en prueba y testimonio de ese tránsito , hay algo en el ser humano , allá muy dentro, allá en regiones muy obscuras , aferrado con uñas y dientes a la infancia y al pasado , a la raza y a la tierra ,a la tradición y los sueños ,que parece resistir a ese trágico proceso resguardando la eternidad del alma en la pequeñez de un ruego " Ernesto Sábato- La Resistencia
Conocí a Sábato de manera impensada, como suceden los grandes acontecimientos en la vida. Finalizaban los dorados noventa y mi  ritual  al salir de mi sesión de psicoanálisis en la calle Viamonte y  Callao , era un café  en  Clásica y Moderna. Esa tarde de noviembre, luminosa, brillante, premonición de un verano próximo , entré como siempre a la librería café. Cada tanto era posible ver o escuchar algún artista conocido y en el mejor de los casos, escuchar el piano maravillosamente acariciado por aquella anónima pianista que me deleitó, por citar algo, con  “Según pasan los años” cuando despedía mis 37.Ese día mi mirada se chocó con la imagen de un grande del arte , Eduardo  Bergara Leumann, a dos mesas de la que ocupé. Observé que había un sector del café reservado. Cumplía años Julia Constela , viuda de Pablo Giussani y  había festejo. Mientras tomaba mi café iban llegando  el ex Presidente Raúl Alfonsín con su custodia y representantes de la cultura. En un momento descubro a Ernesto Sábato, sentado en la mesa principal, junto a Alfonsín, Julia Constela y otros. Sentí el impulso de saludar a quien admiraba (y sigo admirando) no solamente por sus libros sino por su gran condición de humanista que quedó de manifiesto entre otras acciones, en el rol que cumplió junto a otros no menos importantes en la CONADEP. Me acerqué, con permiso y con el pretexto de saludar a Raúl Alfonsín, a quien veía asiduamente en el municipio de Vicente López, donde desempeñaba uno de mis trabajos durante aquellas épocas. Mientras saludaba al ex presidente ,lo vi. Sábato estaba comiendo un sándwich de miga, absorto en su tarea. Me conmovió. Me emocionó su austeridad, sencillez, bajo perfil. Me quedé parada ante ese ser que tanto admiraba y no pude hacer otra cosa que volver a mi mesa dejando de lado mi condición de cholula intelectual. Jamás me olvidaré de su rostro, de su humildad, de ese día. Lo tengo archivado junto a momentos importantes de mi vida , como por ejemplo, cuando conocí , en Lanzarote a José Saramago en el año 1999.
Sábato  según mi mirada  era un hombre despojado de soberbia, austero  y sincero al hacer afirmaciones  tales como «Yo escribo porque si no me hubiera muerto, para buscar el sentimiento de la existencia». Pese a los reconocimientos internacionales y a transformarse en uno de los iconos populares de la literatura de nuestro país , Ernesto Sabato descreía de sus dotes: «Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana».
En el «Nunca más» o «Informe Sábato» y prologado por él mismo, fue base del juicio a las Juntas Militares en 1985, el Nüremberg argentino. Sábato era como un barómetro que medía el estado de su propio país. A Sábato le dolía la Argentina; le dolían la dictadura, las desapariciones y la injusticia.
Acuerdo con algunos de sus más cercanos amigos en que Sábato podría haber sido un físico célebre  ya que su carrera le abrió  premonitorias exitosas puertas en Paris,  nada menos que en el laboratorio de Marie Curie. En cambio, se desarraigó de las certezas y exactitudes de la física para incursionar en los terrenos del alma, del espíritu. Como afirma el ex Canciller Dante Caputto: “Entrar en esos territorios no es sólo ingresar en el territorio de lo incierto, es también volverse uno mismo incierto, incomprensible, angustiosamente desconocido. El acto de  arriesgarse a no saber y, quizá, no saber nunca, requiere de inmensa audacia. En particular cuando lo realiza alguien de inteligencia mayor. El riesgo consciente de poner en juego lo que un hombre culto más aprecia, la certidumbre del conocimiento. Por dudar, se hizo más fuerte y más humilde.Y siguió arriesgando en su vida. No fue miembro de corporaciones intelectuales, no participó, al decir de Machado, del del coro de grillos que cantan a la luna”.
Quienes escriben, en general, rinden culto a la palabra, a la forma , pero hay quienes, además, escriben desde sus entrañas. Es imposible distinguir la palabra de la vida  y se fusionan con el hombre y el mundo. A ellos perteneció Ernesto Sábato.
Patricia Ce

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