sábado, 10 de octubre de 2015

Memorias de Una Gataflora - I ( en reescritura )

"Soy una cronista en el exilio que le toca vivir a una mujer en el intento de serlo.
Gataflora representa la contradicción (y lo dijeron los filósofos...), espíritu en materia que marca su ser en el mundo... Espíritu que no termina nunca de crecer... Materia que envejece día a día hasta un punto final".




Soy una Gataflora desde 1958. Es decir desde que vine al mundo. Razón harto suficiente para escribir sobre el tema.
De niña soñé con ser neurótica. Ah... y famosa. Como siempre consigo lo que quiero, lo logré. Sin proponérmelo, además. Pero,  logré algo más: Ser Gataflora. Pero esto lo describíré  después. Pasó mucho tiempo para que me convirtiera en la niña prodigio que soy, pero que nunca antes pude ser.
Ya soy grande, me pinto los labios y uso tacos altos como mamá. Como toda mujer tuve que atravesar situaciones que pusieron al límite de posibilidades a mi psiquis. Cuento con Edipo propio. Y estoy tan acostumbrada!
Me mandaron al jardín de infantes para socializarme. Todos estaban en mi contra. Desde la maestra hasta mis compañeritos. Hacía rato que había conocido  el placer del llanto y lo practicaba constantemente.  Me enviaban a llorar a la dirección. Allí interrumpía las visitas que le hacía el novio a la señorita directora. Los llenaba de mocos ya que seguía llorando. Nunca podía llegar al rincón de la casita.  La fobia ya se había instalado en mi vida y aunque yo lo desconocía mi gataflorimos (1) era irreversible. Siempre estaba esperando el momento de volver a casa para estar con mamá y papá. Especialmente con papá.
Cuenta mi mamá que una tarde paseando por las calles de mi pueblo entramos a conocer la escuela de las hermanitas. Mi socialización debía continuar y habían puesto tal empeño en ello que no escatimarían ningún esfuerzo. Cuando vi la gruta que albergaba una estatua gigante en medio del patio católico, apostólico y romano, la tomé fuertemente de la mano y emocionada dije: - Quiero acá -. 
Probablemente así se cristalizó mi primera equivocación y el problema de ver la realidad distorsionada. 
Así continuó mi socialización. Yo? Bien! Gracias! Esta vez con un ingrediente nuevo: La culpa. Aprendí lo que era pecado; a cepillarse las uñas y los dientes religiosamente y fundamentalmente a olvidarse de los varones ya que era una escuela de niñas. Los diez mandamientos, cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa.
Mamá compró mi primer corpiño para mi busto que se desarrolló diez años más tarde. Mi precocidad fue asombrosa.
Quince años. Torta. Vitaminas que hacen eclosión cual prado en primavera y mi cuerpo estalla cubierto de células adiposas. Foto donde parezco la torta. De novia a los diecisiete. Descubrí el sexo. Creí que el mundo se acabaría y que los hombres corrían peligro de desaparecer del universo cósmico. Así que por las dudas... Después me acostumbré. Al noviazgo. Aunque me habían enseñado que todo lo referido a sexo era el más sucio pecado, nada sabía sobre sexo. Igualmente me acostumbré. Nunca elegí. Siempre tomé lo que venía. Creía que eso se llamaba destino. Pasé por el registro civil donde firmé un libro grande mientras me sacaban fotos. Cuando pagué mis pecados y purgué mis culpas, pasé por el juzgado de paz. Con mi nuevo y lustroso título de divorciada, comencé a mirar el mundo y la vida. Cuánto GATAFLORISMO en mí. Cuánto Gataflorismo en los demás.
(1) Gataflorismo: Enfermedad social de moda nacida junto a Eva, Adán, la manzana y la serpiente allá por los orígenes del mundo en un lugar del paraíso terrenal del cual no me puedo acordar. Todo estaba bien entre ellos dos hasta que aparecieron los shoppings, los carapintadas, la revolución productiva, Caín, un señor que dijo la casa está en orden, las Malvinas Argentinas, el menemato, la década encadenada  y el elogio de los jugadores de fútbol, la Biblia junto al calefón y la tarjeta Sube. La gripe A, el VIH y la menstruación dolorosa con el consabido parto maldito para Eva por haber sido tan ingenua y haber creído tantas estupideces y haberse tentado con lo que no debía.
Ovárica Eva, por tu culpa aparecieron nuestros castigos divinos, entre ellos la ropa y por ende la moda... Ah pero que sería de nos sin ti... Sobre Adán que hable un hombre...
Patricia Ce




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