"Soy una cronista en el
exilio que le toca vivir a una mujer en el intento de serlo.
Gataflora representa la
contradicción (y lo dijeron los filósofos...), espíritu en materia
que marca su ser en el mundo... Espíritu que no termina nunca de
crecer... Materia que envejece día a día hasta un punto final".
Soy una Gataflora desde 1958. Es decir desde que
vine al mundo. Razón harto suficiente para escribir sobre el tema.
De
niña soñé con ser neurótica. Ah... y famosa. Como siempre consigo
lo que quiero, lo logré. Sin proponérmelo, además. Pero, logré algo más:
Ser Gataflora. Pero esto lo describíré después. Pasó mucho tiempo
para que me convirtiera en la niña prodigio que soy, pero que nunca
antes pude ser.
Ya soy
grande, me pinto los labios y uso tacos altos como mamá. Como toda
mujer tuve que atravesar situaciones que pusieron al límite de
posibilidades a mi psiquis. Cuento con Edipo propio. Y estoy tan
acostumbrada!
Me
mandaron al jardín de infantes para socializarme. Todos estaban en
mi contra. Desde la maestra hasta mis compañeritos. Hacía rato que había conocido el placer del llanto y lo practicaba constantemente. Me
enviaban a llorar a la dirección. Allí interrumpía las visitas que
le hacía el novio a la señorita directora. Los llenaba de mocos ya
que seguía llorando. Nunca podía llegar al rincón de la casita. La
fobia ya se había instalado en mi vida y aunque yo lo desconocía mi
gataflorimos (1)
era irreversible. Siempre estaba esperando el momento de volver a
casa para estar con mamá y papá. Especialmente con papá.
Cuenta
mi mamá que una tarde paseando por las calles de mi pueblo entramos
a conocer la escuela de las hermanitas. Mi socialización debía
continuar y habían puesto tal empeño en ello que no escatimarían
ningún esfuerzo. Cuando vi la gruta que albergaba una estatua
gigante en medio del patio católico, apostólico y romano, la tomé
fuertemente de la mano y emocionada dije: - Quiero acá -.
Probablemente así se cristalizó mi primera equivocación y el
problema de ver la realidad distorsionada.
Así continuó mi
socialización. Yo? Bien! Gracias! Esta vez con un ingrediente nuevo:
La culpa. Aprendí lo que era pecado; a cepillarse las uñas y los
dientes religiosamente y fundamentalmente a olvidarse de los varones
ya que era una escuela de niñas. Los diez mandamientos, cada cosa en
su lugar y un lugar para cada cosa.
Mamá
compró mi primer corpiño para mi busto que se desarrolló diez años
más tarde. Mi precocidad fue asombrosa.
Quince
años. Torta. Vitaminas que hacen eclosión cual prado en primavera y
mi cuerpo estalla cubierto de células adiposas. Foto donde parezco
la torta. De novia a los diecisiete. Descubrí el sexo. Creí que el
mundo se acabaría y que los hombres corrían peligro de desaparecer
del universo cósmico. Así que por las dudas... Después me
acostumbré. Al noviazgo. Aunque me habían enseñado que todo lo
referido a sexo era el más sucio pecado, nada sabía sobre sexo.
Igualmente me acostumbré. Nunca elegí. Siempre tomé lo que venía.
Creía que eso se llamaba destino. Pasé por el registro civil donde
firmé un libro grande mientras me sacaban fotos. Cuando pagué mis
pecados y purgué mis culpas, pasé por el juzgado de paz. Con mi
nuevo y lustroso título de divorciada, comencé a mirar el mundo y
la vida. Cuánto GATAFLORISMO en mí. Cuánto Gataflorismo en los
demás.
(1)
Gataflorismo:
Enfermedad social de moda nacida junto a Eva, Adán, la manzana y la
serpiente allá por los orígenes del mundo en un lugar del paraíso
terrenal del cual no me puedo acordar. Todo estaba bien entre ellos
dos hasta que aparecieron los shoppings, los carapintadas, la
revolución productiva, Caín, un señor que dijo la casa
está en orden, las Malvinas Argentinas, el menemato, la década encadenada y el elogio de los jugadores
de fútbol, la Biblia junto al calefón y la tarjeta Sube. La gripe A, el VIH y la menstruación dolorosa con
el consabido parto maldito para Eva por haber sido tan ingenua y
haber creído tantas estupideces y haberse tentado con lo que no
debía.
Ovárica Eva, por tu culpa aparecieron nuestros castigos
divinos, entre ellos la ropa y por ende la moda... Ah pero que sería
de nos sin ti... Sobre Adán que hable un hombre...
Patricia Ce
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